miércoles, 4 de abril de 2012

Libros - El concepto de salud




Para salir un poco de la literatura y cambiar de aires, estuvimos hablando de un libro de divulgación científica. Cuando leemos que hace apenas setenta años se usó por primera vez la penicilina, es inevitable sorprenderse un poco, aunque conociéramos el dato. Frente a miles de años de civilización occidental, siete décadas suena a historia muy reciente y nos pone de pronto frente a la tarea del historiador, asombrado por todo lo pasado.
Antes de seguir, vale una aclaración para hipocondríacos y despistados, porque Historia de la salud no se trata de una historia de la medicina, aunque la medicina esté inevitablemente presente. Y es esta una de las cualidades más interesantes del libro de Marcelo Rodríguez. Se trata, precisamente, de una revisión histórica del concepto de “salud”, sus cambios, sus desviaciones, y su relación con la cultura y la filosofía de cada época que integra la larga tradición de la sociedad occidental. Por otro lado, el libro de Marcelo Rodríguez –colaborador del suplemento Futuro de Página12- viene a sumarse a los más de diez títulos que integran la colección “Estación ciencia”: Historia de la materia, Historia de la energía, Historia de las epidemias o Historia de la luz (que dirige Leonardo Moledo) son algunos de los libros que, partiendo de la misma propuesta metodológica, se han abocado a reconstruir las diferentes concepciones históricas de fenómenos que la ciencia moderna –muchas veces solo aparentemente-- parece haber definido de una vez y para siempre.

Está claro que, como historia del concepto de salud, no intenta dar cuenta sencillamente del tránsito de la medicina antigua hasta su estado de evolución actual. Como bien dice Marcelo Rodríguez, si solo se considerara a la ciencia como un pasaje de la oscuridad del misticismo hacia la luz del conocimiento objetivo, sería difícil entender el rol que jugaron personajes tan complejos como Paracelso, una combinación de adelantado que previó la naturaleza química de los fenómenos que se dan al interior de los seres vivos, sostuvo el saber empírico y propuso la idea de que las enfermedades se deben a causas múltiples, y fue al mismo tiempo un místico y alquimista declarado que inició las prácticas medicinales con mercurio.

En ese sentido, Historia de la salud establece un recorrido por las prácticas médicas de cada momento –a veces sumamente diferentes de las actuales, y otras, no tanto- en relación con la definición de salud imperante en esa época, la concepción del cuerpo y de la enfermedad en cada cultura. Es inevitable percibir un progreso y un avance efectivo de la ciencia; en todo caso se trata de esa línea a lo largo del tiempo que nos conecta con una tradición que nos pertenece y que forma parte de la base de nuestra ciencia actual, esa relación necesaria entre el pasado y el presente en donde se impone el diálogo con la tradición.

Como buen comienzo, Historia de la salud se inicia con el Génesis para pasar revista de la obsesión por apartar lo “sucio” o lo “impuro” que será el gran condicionante de la idea de salud durante toda la antigüedad. La imbricación entre reglas morales y reglas higiénicas que aparece en el Antiguo Testamento, entre normas sanitarias y mandatos sociales, marca la línea de investigación, por otro lado, de todo el libro. Se podría decir que la gran pregunta que intenta contestar es de dónde provenía -y por qué- la normativa que decía qué hacer y qué no hacer para conservar la salud que hoy está encarnada en la voz de la ciencia moderna.

El camino es sinuoso pero cautivador, sumamente atrapante. Los valores morales, la religión y la filosofía, las diferentes concepciones del cuerpo individual y del cuerpo social, la política, la democracia y las tradiciones van armando el mapa de qué se entendía por salud (cómo se intentaba conservar) y qué por enfermedad. Así, el equilibrio y la democracia de la Grecia clásica están en las bases para que Hipócrates pueda decir que “todo lo excesivo es contrario a la naturaleza” y la medicina occidental nazca bajo el reino de lo absoluto, lo constante y lo invariable. La teoría de los humores, fundamentada en la armonía de los opuestos, tendrá una vigencia de más de dos milenios y dará lugar a las purgas de los fluidos internos, y más tarde a las sangrías con sanguijuelas que se harían sumamente populares en el primer siglo de la era cristiana. Cuando el cristianismo pasó a ser la religión oficial del Imperio Romano, la ciencia y la religión se fusionaron, y la relación entre el cuerpo humano y la voluntad divina, entre la naturaleza y las fuerzas superiores, fortaleció la idea aristotélica de la physis en perfecta armonía con el universo que reinará con sus variantes durante la Edad Media.

Así, Historia de la salud va dando cuenta de los movimientos sociales y las concepciones filosóficas que condicionaron el concepto de salud. El recorrido atraviesa la Peste Negra del siglo XIV que dio inicio a las prácticas de salud pública; el nacimiento del humanismo cívico que secularizó los criterios pero sostuvo la idea de enfermedad como desvío moral; la viruela, sarampión y otras enfermedades que fueron llevadas por los colonizadores a América, diezmando a las poblaciones aborígenes mientras que la raza europea gozaba de inmunidad, y fomentando la idea de una “muerte selectiva”; y los pequeños cambios de paradigma que fueron definiendo nuevos enfoques, dejando atrás la armonía griega con el universo para dar lugar a la idea de sistema inmunológico de Mechnikov y las capacidades individuales.

Algo se mantiene debajo y va componiendo el hilo de la tradición. Y es que la definición del concepto de salud siempre tiene un carácter normativo para las sociedades que llega a plasmarse en la modernidad como un imperativo. Que Historia de la salud no se trate de una historia lineal de la evolución médica tiene como consecuencia que el arribo del recorrido a la época actual no sea una mera exaltación de la luminosidad de la medicina contemporánea. Hacia el final, Marcelo Rodríguez le dedica algunas páginas a las llamadas pseudoenfermedades (la calvicie, el malhumor, el envejecimiento, la celulitis, la infelicidad) sostenidas por los departamentos de marketing de las grandes compañías y laboratorios que encuentran día a día nuevas formas de definir la frontera entre salud y enfermedad. Aplicando la misma metodología que para el resto de las épocas históricas, se reconoce ahí una sociedad marcada por el hedonismo y el consumismo en la cual el conocimiento científico del cuerpo es sustituido por fantasías e ideales sobre él. Es evidente que no estamos exentos de la normatividad ni de la tarea de seguir definiendo el concepto de salud y es ahí donde, precisamente, el diálogo con la tradición se vuelve necesario y enriquecedor.

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